“Como ahora no pueden comprar, no tienen más remedio que alquilar”. El “listísimo” -más especulativo que otra cosa- empresario razonaba así comenzada la crisis provocada por el estallido de la burbuja de 2008, él con su carrera universitaria a cuestas, cuando se le razonó: “Pero si no pueden pagar 400 euros de hipoteca ¿de dónde van a sacar 700 para el alquiler”? sólo pudo responder: “Ah, en eso no había caído”. Angelito, no había contemplado más que la posibilidad de obtener unos altos emolumentos sin hacer nada, merced a los propiedades que le iban a evitar el molesto trajín de acudir cada día a su trabajo. Pero la ambición rompe el saco. Hoy, catorce años después, todavía no ha podido alquilar ninguna de sus tres propiedades.
Otros han tenido más suerte, mala para las familias necesitadas de vivienda, que si hubieran podido esperar habrían provocado la caída de precios, pero la vivienda es una necesidad. Y de la necesidad se aprovecha la especulación, mayor o menor según el número de propiedades, pero siempre especulación, más lamentable si viene de un trabajador o pequeño empresario, porque descubre su escasa solidaridad. Tan escasa como la del que escupía: “Yo no soy una ONG”. Por supuesto: sólo pensaba en su beneficio, sin importarle que su cliente no pudiera comer. Y a veces hasta que no pudiera pagar el alquiler, entonces sí reaccionaba, para protestar airado, para tildar al deudor de todo lo malo que se pueda decir de alguien, sin tener en cuenta que solamente la presión de pagar esa cantidad tan sólo tenga como complemento el vivir en una chabola. O bajo un puente. Pero de ahí te desalojan rápido.
La vivienda es un problema porque es un derecho, algo que la parte rentera no entiende. Y si los propietarios se aferran a sus prerrogativas y más, habrá que recortar sus vuelos como han hecho en Nueva York, dónde ya no se pueden hacer contratos temporales, o en Berlín, dónde las viviendas vacías deben pagar un plus, para que nadie haga negocio con la pobreza. La solución está en manos del Estado porque lo dice la Constitución. Y por más oposición que pueda poner Feijoo y el PP, debe ser el Estado quien lo regule. O eso, o construir con urgencia viviendas para todas las personas y familias necesitadas.
