La etiqueta de comedia musical es probablemente la que más se ajuste a la película "Lilo, mi amigo el cocodrilo", pero el filme, que se estrena este fin de semana, es más que eso: tiene como hilo conductor una historia de aventuras y fantasía, y muestra al actor Javier Bardem en un registro inusual.
Estos no son los únicos alicientes con los que se presenta esta cinta producida, entre otros, por Sony Pictures y que se verá las caras en taquilla con el lanzamiento de la esperada "Amsterdam", dirigida por David O. Russell.
Lilo, mi amigo el cocodrilo, dirigida por Josh Gordon y Will Speck, es eminentemente una película no animada pero también combina elementos creados por ordenador, como el propio reptil protagonista, con un sentido narrativo propio para la trama.
"Intentamos crear algo que nos desafiara como directores y que nos sacara de nuestra zona de confort", sintetizó Gordon hablando, en este caso, en su nombre y en el de Speck antes del estreno.
El argumento se centra en un extravagante mago, el bigotudo Héctor P. Valenti (Javier Bardem), en su afán por encontrar algún acicate que revitalice su show y le permita seguir viviendo de sus ahora mermados espectáculos.
En ese contexto, Valenti da con el simpático Lyle, una cría de cocodrilo con el extraordinario don de cantar cuando se siente con confianza y cuyo doblaje corre a cargo de la estrella del pop Shawn Mendes.
Sin embargo, la conexión sobre los escenarios entre Héctor y Lyle no acaba funcionando y el animal termina siendo abandonado ante un mundo humano en el que no sabe cómo encajar porque solo puede comunicarse cantando.
El señor Primm (Scoot McNairy), la señora Primm (Constance Wuu) y su hijo Josh (Winslow Fegley) acaban adoptando al reptil hasta que es encarcelado por una unidad de control de fauna y vuelve a aparecer en escena Héctor para orquestar una fuga nocturna de la prisión.
La película está basada en el cuento infantil homónimo escrito por el estadounidense Bernard Waber y publicado por primera vez en 1965 como secuela de la obra "The House on East 88th Street".
A lo largo de su hora y cuarenta y cinco minutos de duración, las partes musicales se intercalan con el desarrollo de una historia muy potente en el apartado visual, experimentando con gran pericia en la simbiosis entre el formato no animado y las imágenes diseñadas por ordenador.
"Contratamos a un doble para que fuera Lyle en su escenas portando una prótesis en la cabeza y una gran cola. (...) Esto nos permitió filmarlas como si fueran reales y que los protagonistas pudieran interactuar con un actor de verdad de forma más natural", explicó Speck sobre el resultado final de esta producción.
Además, el filme permite comprobar cómo se desenvuelve el actor español Javier Bardem en un género completamente desconocido tanto para él como para su público.
Encarnando a Héctor P. Valenti, el intérprete se erige como una suerte de 'showman' frustrado con registros cantados y coreografiados que afianzan el gran estado por el que pasa su carrera después de haber sido nominado a mejor actor en la última edición de los Óscar.
De hecho, Bardem aseguró, en una entrevista con EFE este jueves, que no se pensó dos veces aceptar el reto de participar en una película musical, pero comentó que le daba “vértigo" pensar qué dirán sus hijos (de 9 y 11 años) cuando se estrene en España, el próximo 21 de octubre, porque serán "los críticos más duros".
La banda sonora original fue compuesta por el propio Mendes en colaboración con el dúo conformado por Benj Pasek y Justin Paul, quienes también escribieron canciones para el musical "The Greatest Showman" (2017).
"No hay nada más efectivo que un gran número musical. Solo puede ser igualado por una buena película de boxeo o de carreras; tienen algo que nos activa", concluyó Gordon emocionado ante lo que supone el primer musical que dirigen Speck y él, y que ya ha generado una notable aceptación de la crítica especializada.