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La influencer de viajes Karmen Salas se reta con un viaje en solitario a Irán

Tras 16 días, regresa de un periplo difícil por el idioma pero en el que se ha sacudido prejuicios: es un país seguro con gente hospitalaria

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  • Karmen Salas ha sumado Irán a su lista de destinos: desde Birmania, Nicaragua, India o Nepal. -

Karmen Salas es reportera gráfica, presidenta de la Asociación de Bloggers de Viajes de Andalucía y, muy probablemente, una de las pocas ciudadanas occidentales capaz de localizar en un mapa del mundo Teherán, Mashhad, Shiraz, Yazd, Isfaha, Kashan y Qom y, casi con toda seguridad, la única que haya paseado por las calles de todas estas ciudades. Lo hizo, y dio buena cuenta de ello en sus redes sociales, hace apenas un mes y medio, sola, en un periplo en el que invirtió 16 días y del que, al inicio, solo tenía claro dónde dormiría la primera noche.

De aquella jornada no guarda un grato recuerdo. “Lo pasé mal porque me encontré con una realidad que no esperaba en cuanto pisé el aeropuerto”, relata en conversación telefónica desde su domicilio en Sevilla. “Casi nadie habla inglés”, y el traductor de Google español-persa le sacó de algún apuro, pero la intermitente conexión de internet en Irán lo ponía difícil.

“¡Ni tan siquiera sabía lo que pedía de comer!”, exclama. Con la carta en una mano, señalaba con el dedo índice de la otra algún plato, aguardaba algún gesto de aprobación del camarero y, si lo obtenía, levantaba el pulgar para pedirlo.

También se sintió incómoda. Rubia, con los ojos claros, las mujeres la miraban con curiosidad; los hombres, en algunos casos, se animaban a seguirla hasta que ella frenaba el paso, se giraba decidida y les encaraba para recriminarles en español su actitud. No obstante, no se sintió insegura. “Estoy convencida de que no había mala intención, simplemente llamaba la atención”.

Irán está fuera de los circuitos turísticos a este lado del hemisferio. En las dos semanas y pico en el país solo se cruzó con dos catalanas. Los visitantes habituales son de países del entorno, motivados, por lo general, por intereses religiosos. Karmen Salas no tardó en caer en la cuenta de que habría de cubrir su cabeza y parte del rostro con un chador para tratar de pasar inadvertida. Comprado en uno de los bulliciosos bazares de Teherán y colocado amablemente por el dependiente, se plantó en el patio de una de las mezquitas de la capital donde pudo asistir a las muestras de fanatismo de cientos de personas durante los rezos.

En las siguientes jornadas, marcadas por “un calor horroroso”, comprobó, sin embargo, que, pese a que la industria es limitada, “las gentes son hospitalarias”. “Me ofrecían casa y algo de comer”, apunta como principal argumento para desmontar los prejuicios en torno a la cultura de uno de los países señalados como enemigo del mundo occidental. Una cosa es el régimen político y otra, las personas que, “están aislados”, pero “son maravillosas”.

Ahora, se tomará un respiro, pero en su cabeza rondan dos destinos próximos: Siria o Arabia Saudí. Viajará, como ahora, sin compañía. La primera vez que montó en un avión sola, tenía como destino Nueva York. Hace cinco años. En 2019, antes de la irrupción de la pandemia estuvo en Myanmar, en Asia. Conocía Oriente Medio y volverá.

Entre tanto continuará, mientras prosigue con su labor para promocionar Andalucía y España al frente de la Asociación de Bloggers de Viajes de Andalucía , con una veintena de blogueros en colaboración que, a final de verano, duplicará el número, y al frente de un edificio de alojamientos turísticos en la capital hispalense, rememorará la experiencia maravillosa vivida que se trajo de Irán, dejando allí un pedazo de su corazón y... el chador.

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