El Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC) presenta la exposición 'Juan Suárez. Una y otra vez', primera retrospectiva que el museo realiza de este artista y que abarca toda su trayectoria en una relectura no lineal dentro del intervenido espacio expositivo.
La obra de Juan Suárez (Puerto de Santa María, Cádiz, 1946), en palabras del crítico Juan Bosco Díaz de Urmeneta, "discurre entre la poética de una pintura abstracta de contenida expresión y la presencia de un objeto que puede cruzar el umbral de la obra de arte".
La consejera de Cultura y Patrimonio Histórico, Patricia del Pozo, ha destacado que "esta exposición cumple uno de los objetivos del centro: reivindicar a las grandes figuras del arte andaluz contemporáneo". "Juan Suárez es un creador con un lenguaje propio, hecho que podría explicarse por su doble formación como arquitecto y como pintor", ha destacado la consejera.
Arquitecto de formación, como buena parte de la generación de pintores de la abstracción sevillana de los años 70 del pasado siglo, Juan Suárez fue uno de los pintores que inició su andadura en la galería La Pasarela, en la que expusieron buena parte de los artistas de la galería madrileña Juana Mordó, entre los que destacaban los informalistas y, también, el Grupo de Cuenca.
Suárez, junto a José Ramón Sierra y Gerardo Delgado, estaba entre esos jóvenes con ganas de renovación y no contaminados por la enseñanza artística oficial, al provenir de la Escuela de Arquitectura, más propicia al conocimiento de las tendencias internacionales. Ha trabajado con numerosas galerías entre otras, las de Juana de Aizpuru y Rafael Ortiz en Sevilla.
La pintura y la geometría han sido una constante en toda su vida y así lo es también en esta exposición que intenta ser una especie de retrospectiva, puesto que abarca toda su trayectoria siguiendo un desarrollo cronológico que continuamente es interrumpido, estableciendo un relato en el que la repetición y la geometría variable conviven con el uso de materiales y colores poco habituales en su momento, trascendiendo así los años y las décadas.
Según el comisario de la muestra, se han establecido cinco puntos en el recorrido donde supuran estos cruces de sincronía también variable, puesto que es ahí donde se hace más fuerte la obra de Suárez. Para ello, se han buscado, junto a algunos de sus grandes hitos, como por ejemplo la serie que parte de El tránsito de la Virgen de Mantegna, mostrar otros conjuntos menos conocidos y poco o nunca expuestos.
La última sala donde se presenta una nueva producción que, como en otras ocasiones, parte de trabajos anteriores, ejemplifica, quizás como ninguna, lo que se ha intentado hacer con la complicidad del autor: un relato inestable y descentrado, pero también sólido y nuevo.
LA EXPOSICIÓN
Las primeras obras de Juan Suárez surgen durante sus estudios en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla donde se titula como libre oyente. Durante este tiempo la información que llega a Sevilla sobre artistas como Newman o el minimal art, podía ser muy fragmentaria, aunque quizás ampliara más información a su llegada a la Escuela Técnica Superior de Arquitectura gracias a la asignatura sobre el análisis de formas, y su coincidencia con los arquitectos y artistas Gerardo Delgado y José Ramón Sierra, ambos en contacto con la desaparecida galería La Pasarela, con quien trabajaba Fernando Zobel.
Al inicio de la exposición, y tras la entrada de la sala 1, en la sala 2 hay tres piezas fechadas en 1969 que son una toma de postura sobre el arte. Son cajas, una recuerda a un costurero, otra a una caja de puros, la tercera a una taquilla. Tienen algo de objeto hallado, sirven para guardar, pero aquí están vacías sin ocultar su interior, como un objeto que se acerca más al ready-made.
En la sala 3 aparece una serie de obras en donde Suárez explora lo paradójico entre el fuera y el dentro del arte, y para ello utiliza pintura industrial sobre papel fluorescente, y compone unas piezas realizadas entre 1969 y 1973. Lo más llamativo de las obras, además del sorprendente papel asignado a la estética geométrica, son los materiales industriales.
En la sala 4 se puede observar un leve cambio de indagación de Juan Suárez, porque aunque continúa trabajando con la pintura sintética, lo hace en esta ocasión sobre láminas de metacrilato, unas piezas donde el juego de espacios se serena, y al mismo tiempo se ordena el paralelogramo transparente para subrayar el carácter matérico, mostrando la pintura la transparencia y flexibilidad del soporte.
En la sala 5 de la muestra del CAAC se presenta esta serie de obras en lo que se podría definir como un encuentro entre la pintura y la geometría, una pintura que en ocasiones se aplica de modo uniforme y con procedimientos industriales, y otras combinando materiales como la tiza, el carbón y el acrílico en soportes también distintos como la madera, el metacrilato y el lienzo de lino, por lo que además el artista añade de esta forma valores táctiles a su propia propuesta.
En la sala 6 conviven con los hornos que delimitan el espacio, Paisaje Reunión, una obra donde la madera es una nota de color que armoniza con el desprenden los dos cuadros sujetos a ella con una pieza sin título realizada con lienzo de lino en las que la geometría sigue coexistiendo con otras posibilidades tanto de objetos como de luz.
Juan Suárez ha mantenido siempre una distancia reflexiva respecto a la obra de arte, y esa misma cautela se refleja en la obra 'Cuerpo de Campanas' de 1982, instalada en la sala 7 de la exposición. Se trata de un gran lienzo sin bastidor con abundante materia, y que supone un nuevo enfrentamiento entre la geometría y la pintura donde el color da la intensidad.
En la sala 8 los años 80 se abren paso con fuerza, sobre todo en el uso del color en piezas como 'Entre el resplandor de los santos' o 'Leal souvenir', dos ejemplos de la fascinación que la Trasvanguardia despertó en muchos pintores españoles. Suárez se interesa por la obra de Enzo Cucchi y por la abstracción de artistas alemanes como Kiefer.
Juan Suárez hace una especie de regreso al pasado en la sala 9 con la obra 'ERTA I', abreviatura de Eros y Thanatos fechada en 1999. En esta pieza el pintor enseña la potencia del monocromo. Mientras en la sala 10 el gran protagonista es 'El lago negro', un gran paralelogramo formado por 36 módulos de cristal pintado. Rectángulos de color parecen flotar en la oscura superficie, interrumpiéndola, sin impedir que el espectador alcance a ver su imagen reflejada en ella.
En la misma sala se presenta la serie 'Marismas', cuyos títulos 'Marismas del sur' y 'Marismas de silencio' pueden hacer pensar que se está ante paisajes pero nada hay en estas obras que sea réplica de la naturaleza. Unos prismas de madera apenas desbastada, pintados con parecida gama de color a las del 'Lago negro' están sujetos a la pared, alineados pero guardando entre sí diversas distancias. En esta obra, 'ECO', todo se confía al ritmo y al azar.
En la sala 11 se puede contemplar la serie NSEO (Norte, Sur, Este y Oeste), obras que se expusieron en 2015 en la galería Rafael Ortiz de Sevilla, y que venían además precedidas de una instalación de pequeñas piezas de metal, componiendo un gran rectángulo tramado sobre cuadrículas.
Finalmente, en la sala 12 aparece una obra nueva. Se trata de una pieza escultórica a gran escala en la que cuatro trapecios van desarrollándose en el espacio y que resume la composición del resto de las obras que aparecen en esta sala, polípticos realizados en 1982 con seis lienzos de lino que encierran formas poligonales excéntricas, algunas son también rectángulos, otras trapecio, etcétera, pero todas se oponen a las que las contengan por su movimiento.