Los dos amigos se ven cuando las agendas (la de uno más que la del otro, todo hay que decirlo) cuadran. Pero esos reencuentros son siempre iguales desde hace ya décadas. “¿Cómo andás, Roberto? ¿Cómo anda tu Sevilla y tu Vera Cruz?”.
El que pregunta se llama Jorge, de apellido Bergoglio, y desde 2013 es el Papa Francisco. Para Roberto Domínguez, argentino de Buenos Aires, el Papa Francisco será siempre su confesor, el amigo que le escribió a su hijo Alejo, agnóstico declarado, una carta en la que le pedía “no sufrir” por su postura. “El mundo se divide, Alejo, en personas buenas o personas malas. Preocúpate de estar en el bando de los buenos”, recuerda con precisión milimétrica Roberto.
Alejo desde ese día es doblemente “fan” del Papa argentino.
¿Quién es Roberto Domínguez? Esta pregunta en el orbe cofrade sevillano, y no sólo cofrade, es casi un sacrilegio. Este director de banco, profesor de literatura e incluso cantante en su Argentina natal recaló en Sevilla por primera vez en 1994, y “tanto me enamoré de esta ciudad que decidí tener casa aquí”. Desde el año 2000, Roberto y Alicia, “su compañera”, no faltan a una Semana Santa, a su encuentro con “mi chiquito y mi Virgen de las Tristezas”.
Roberto es bien conocido, y admirado, en su Hermandad de la Vera Cruz, la única cofradía de la que es hermano. Pero también lo conocen bien en Los Terceros, en San Vicente, en Los Servitas, en los templos cercanos a las Tres Mil Viviendas… En todas estas iglesias ha sido clave su intervención para conseguir desde una restauración más que necesaria (el último ejemplo, Los Terceros) hasta la adquisición de un Cristo o una Virgen para esos templos de la periferia “que también se lo merecen”, afirma.
“Por muchos Domínguez que hubiera habido, la rehabilitación de Los Terceros habría sido imposible sin la intervención de la Alcaldía y del Arzobispado”, señala este sevillano porteño. Preguntado sobre la iniciativa del alcalde de crear un organismo público-privado con el que impulsar la recuperación y conservación del vasto patrimonio que tiene la ciudad, concentrado en su mayoría en el Casco Antiguo, valora que el alcalde “piense en el patrimonio de esta ciudad, un patrimonio que trasciende de la cuestión religiosa. Es parte del acervo cultural de esta ciudad”. “Es una idea brillante. En lo que pueda participar, estaré”, sentencia Roberto, para el que el “increíble y extraordinario Casco Histórico de Sevilla” bien se merece la implicación de la sociedad sevillana.
El recién reelegido alcalde de Sevilla , Juan Espadas, tiene otra idea en mente, tal y como él mismo reveló días antes del arranque de la campaña electoral. “Me gustaría que el Papa viniera a Sevilla”.
El asunto lo está llevando directamente el alcalde con mucha prudencia y cautela, entre otras cosas porque la visita del Papa, no a Sevilla, sino a España, es una cuestión de Estado que debe ser, por tanto, gestionada por el Gobierno central, que dirige en funciones Pedro Sánchez.
Complicado, no imposible
Pero el alcalde quiere que Sevilla esté encima de la mesa; que sea uno de los lugares en los que el Papa pudiera recalar. “La agenda del Papa, como podrá comprender, es muy complicada, pero vamos a hacer lo imposible. Lo vamos a intentar”, asegura Roberto Domínguez.
Y si Roberto Domínguez dice que lo va a intentar, es que lo hará e, incluso, que puede ser posible. Será una mano más en la tarea, pero una de las pocas manos que puede llamar al Papa Francisco amigo Jorge.