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Málaga

Si no eres capaz de entender esa mirada…

La historia de una perrita de caza podenca atropellada en cualquier pueblo de Málaga

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  • Podenca rescatada herida. -
  • Es la historia del abandono y la caza; pero ella tuvo suerte, si se le puede llamar suerte, y ha sido recogida por unas chicas que no pasaron de largo
  • Si alguien no es capaz de verla, ni de sentir nada ante ella, sobra explicar nada, una bonita piedra entendería mucho más.

AMANDA, podenca, perrita de caza, atropellada en cualquier pueblo de Málaga, paralizadas sus patas traseras, arrastrándose y dejando un rastro de piel y sangre, llegó al arcén y se resguardó del peligro de los coches. Sin moverse, entre el dolor y el miedo, esperó su final.

¡No tengo la menor duda de que si los animales tuviesen religión, nosotros seríamos sus demonios!.

Es la historia del abandono y la caza; pero ella tuvo suerte, si se le puede llamar suerte, y ha sido recogida por unas chicas que no pasaron de largo en esa carretera.

No sabemos si podrá recuperarse o su final será dormirse en brazos de sus salvadoras, no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que lucharemos por salvarla, porque su mirada nos lo pide.

Es la mirada de tantos animales maltratados, de tantas víctimas de la caza, de tanto sufrimiento, de tanto abandono. Cada siete minutos se abandona un perro o un gato en España, cada siete minutos se rompe la vida de un animal, se le condena a la muerte por hambre o por atropello, a la muerte en un zulo, en un pozo, a colgar de un árbol mientras se mueve al macabro compás de lo que los galgueros llaman “tocar el piano”, es decir, colgar al galgo de manera que pueda apoyarse casi completamente de las patas traseras, pero nada de las delanteras, de manera que cuando el galgo, agotado, se quiere apoyar las delanteras, se ahorca así mismo, lo que le obliga a dar saltos y contorsiones continuamente hasta que el cansancio lo vence y le llega la muerte ahorcado, eso lo reservan a los galgos “sucios”, a los que atajan para coger la liebre, a los malos cazadores, en resumidas cuentas; los buenos cazadores, terminada su temporada y con pocas posibilidades para la siguiente, pues tienen la suerte de ser colgados simplemente, una muerte rápida y honrosa.

No hay duda de que quien no es capaz de ver la mirada de los perros de caza, de los animales en general, si no es capaz de verla, ni de sentir nada ante ella, sobra explicar nada, una bonita piedra entendería mucho más.

No me sirven de nada las cifras estimadas del SEPRONA, ni tan siquiera las de la Fundación Affinity, con la que esta Protectora colabora aportando datos, porque los datos que se aportan, son los datos de los perros y gatos que han tenido la oportunidad de llegar a un refugio, los huesos de los que están en los pozos que los cazadores conocen, no se han contado, ni los atropellados, ni los atados en los montes, en los zulos, sin chipar, invisibles, no existen.

Al Refugio han llegado muchos perros de caza con la clásica herida en el cuello, ahí se acaba la responsabilidad del cazador, con otra herida más al perro, y con otro perro más en los ya masificados Refugios.

Otras veces, son los mismos dueños los que los llevan a perreras y allí acaba también su problema, los dejan y si nadie los adopta, son sacrificados; y ya los “mejores” nos los traen al Refugio y encima esperan que les hagamos “la ola” por lo buenos que son.

¿Para cuándo una legislación simple y eficaz? ¿Para cuándo un registro de rehalas? ¿Para cuándo se reconocerá el esfuerzo de tanta buena gente que ayuda a los animales y se dejará de apoyar la tortura, el abandono, el maltrato y la muerte?.

¡No tengo la menor duda de que si los animales tuviesen religión, nosotros seríamos sus demonios!.

 

 

Carmen Manzao.

Presidenta de la Sociedad Protectora de animales y Plantas de Málaga

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