No saber cómo se empieza una crónica como esta es lo normal. Es todavía más normal emocionarse con lo vivido en Badalona este domingo 19 de febrero de 2023 en la final de la edición de la Copa del Rey más insultante a la lógica. Poca gente daba un duro por este equipo, que tuvo que matar a
dos Goliats y un señor equipo como el
Tenerife. Que se preparen los profesionales del tatuaje, que el “
80-83”, resultado inolvidable, a lo mejor empieza a convertirse en tinta eterna para pieles cajistas. Y será también algo normal.
Lo que no es normal es lo que ha logrado el Unicaja, la forma en que lo ha hecho, toda la
película que se ha filmado a tiempo real. Las historias más grandes siempre pueden resumirse en lo infraordinario, en un pequeño gesto. Por ejemplo, en el abrazo entre Ibon Navarro y Alberto Díaz, cerebro y corazón del Unicaja. O en la melena suelta de un Osetkowski decisivo, o la sonrisa tímida del nombrado
MVP del torneo Tyson Carter (17 puntos en la final), el asesino silencioso con cara de niño. En un partido muy igualado y complicadísimo ante un Lenovo Tenerife difícil de tumbar, se hizo realidad el sueño de la segunda Copa de la historia del club, después de Zaragoza 2005.
Era una tarde de atmósfera irrepetible. En los días grandes el aire que se respira es distinto. Los aires de grandeza cortan la respiración. A 40 minutos de un título, la ilusión ahoga e inquieta. Unicaja se enfrentaba a lo que empieza a ser ahora, a lo que siempre se vio como un proyecto envidiable, el de
Lenovo Tenerife, con una columna vertebral hecha de “sobras” del Unicaja: Jaime Fernández, Shermadini, Sasu Salin y Abromaitis. Encima, con la baja de Djedovic se reducía la rotación.
Dos equipos que merecían por derecho estar jugando este partido. Unicaja saltó al parqué con un parcial de 7-0 para contrarrestar un tres más uno de Sasu Salin. Al finlandés había que limitarlo en sus tiros de tres, al igual que a Shermadini restringirle la zona interior y a Jaime intentar limitarle su don para romper a canasta.
El primer cuarto fue una exhibición de igualdad. Un toma y daca de canastas y de jugadas defensivas. El duelo de pizarras entre Ibon Navarro y Txus Vidorreta empezó fuerte. Estaba incómodo Brizuela, errático en todos sus tiros, pero decir Unicaja es decir fondo de armario. Un triple de Kalinoski sobre la bocina fue el desenlace del primer cuarto, favorable a los malagueños (17-16).
En el segundo cuarto, el Lenovo Tenerife le exigió mucho al Unicaja. Muchísimo. La sociedad Huertas-Shermadini empezó a carburar y Ejim y Osetkowski, con dos faltas, no podían cargarse más todavía. Con un triple de Doornekamp para poner a los canarios con un 26-30 a falta de cinco minutos del descanso.
Ahí se llegó al primer momento preocupante de partido, siete abajo y con una sequía de canastas que extrañó. Parecía algo superado por la propia obsesión competitiva de llevarse la Copa y no saber cómo superar el muro defensivo de Vidorreta. Se tomaban malas decisiones en ataque, muy precipitadas tanto de Perry como de Barreiro.
Lo que salvó al equipo fueron los rebotes ofensivos: esas segundas oportunidades fueron claves para irse a vestuarios con vida, aunque desencajados con la barbaridad de triple de Marcelinho Huertas, en suspensión y desde 8 metros para el 37-39.
En las finales aparecen siempre los jugadores especiales, en este caso sería a la postre Carter en la llamada del deber. Pero la Mamba Vasca estaba dormida durante el primer tiempo, pero los voraces de sangre caliente solo necesitan un picotazo para empezar a fluir. Dos canastas seguidas de Brizuela, una de ellas un dos más uno, fueron importantes para seguirle el pulso a los canarios, aunque acabara su contador en 7 puntos.
De inmediato le siguió un 9-0 de parcial del Tenerife que obligó al tiempo muerto con 44-48. Parar a Huertas empezó a ser la prioridad, porque el brasileño estaba en su salsa. A sus 40 años sigue siendo un seguro de vida y colocó a nueve arriba a los suyos. La cara de Ibon Navarro era de preocupación y tensión. No encontraba el equipo la manera de hilvanar jugadas bien ejecutadas y el alivio es tener a Kalinoski, el tirador perfecto (4/4 desde el 6,75).
Gracias a Tyler y a dos triples seguidos de Carter el Unicaja volvió a agarrarse al partido y a sus opciones de título. Con 60 iguales, quedaban diez minutos taquicárdicos para ambas aficiones.
Quédense con el nombre de Carter, porque el tímido escolta cajista sacó a pasear una ristra de jugadas individuales que fueron agua en el desierto de imprecisiones. Tampoco el Tenerife estaba acertando con regularidad, y el partido se movía en una diferencia de dos o tres puntos arriba y abajo.
Hasta que el reloj marcó cuatro minutos para el final y vino una secuencia decisiva. Triple de Barreiro y robo de Barreiro para un triple a tabla de Osetkowski que significó el 77-69. “¡Queda mucho, eh, queda mucho!”, se escuchaba en el banquillo cajista en el tiempo muerto. Había que tener cabeza, aguante, prudencia, concentración y para nada exceso de adrenalina.
Con 78-75, un triple de Salin lo pudo apretar todo, pero afortunadamente no entró. En la siguiente jugada, apareció Don Alberto Díaz Ortiz para robar cartera y dársela a Osetkowski. Aquella recuperación fue oro puro. Lo que vino después ya se palpaba, es abrazar a la historia del deporte. Es una obra maestra de la literatura deportivo.
La fiesta, las lágrimas, la bonita Copa levantada por dos campeones europeos como Brizuela y Díaz. Y una reflexión. “¿Cuál es la clave del éxito de este equipo? Pues que nos queremos muchísimo. Somos conscientes de que siempre va a salir alguien a salvarnos, quien sea”. Palabra de Brizuela. La definición perfecta de equipo, ahora equipo ganador y épico: U-N-I-C-A-J-A .
- Ficha técnica:
80 - Lenovo Tenerife (16+23+21+20): Fitipaldo (3), Salin (7), Doornekamp (3), Cook (3), Shermadini (20) -cinco inicial- Huertas (21), Fernández (16), Abromaitis (3), Guerra (4) y Rodríguez (-).
83 - Unicaja (17+20+23+23): Perry (6), Carter (17), Barreiro (8), Ejim (3), Kravish (8) -cinco inicial- Thomas (5), Díaz (6), Brizuela (7), Kalinoski (14) y Osetkowski (9).
Árbitros: Emilio Pérez Pizarro, Benjamín Jiménez y Fernando Calatrava. Sin eliminados.
Incidencias: Final de la Copa del Rey disputado en el Palau Municipal d'Esports de Badalona ante 11.458 espectadores. Entre el primer y segundo cuarto se rindió homenaje a la Federación Española de Baloncesto por su centenario.