Máximo Huerta es un escritor de raza. Tuvo un leve paso por la política: fue el primer ministro de Cultura de Pedro Sánchez, pero dimitió a escasas horas del nombramiento. Sin duda ignoraba que para formar parte de la alineación titular del PSOE exigen pedigree de psocialismo infrarrojo. Camilo José Cela, en una prolongada noche de JB con hielo, le dijo a Francisco Umbral: “Paco, nuestra venganza consiste en escribir cada día mejor”. No considero en absoluto que Máximo Huerta se esté vengando de nada, pero sí escribe cada día mejor.
Quizás fue a principios de 2013 cuando encontré una enorme cola de gente a las puertas de la librería Casa del Libro en la madrileña calle de Fuencarral: Máximo Huerta firmaba allí ejemplares de su recién publicada novela ‘Una tienda en París’. Un valiente grupo de actores llevó ese libro al teatro y se estrenó en 2018 en Valencia. El espectáculo ha crecido. Y ahora ‘Una tienda en París-El Musical’ se representa en el Amaya, uno de los templos teatrales de Madrid. Se trata de un espectáculo delicioso, melancólico, poético, a veces dulcemente sensual, hecho desde el trabajo y el talento, en el que se disfruta como una caricia de las palabras de Huerta, y también de la suave música compuesta por Guillem Durán, que parece inspirado por aquella premisa de Paul Verlaine: “Dans la musique avant toute chose” ( “de la música nace toda cosa”). En ‘Una tienda en París’, Máximo Huerta, escritor culto y aquí agraciadamente afrancesado, recrea en el libro la atmósfera de aquel París bohemio, sabio, trasnochador, ambicioso y, naturalmente, lleno de amor/desamor, de los felices/infelices años 20, en el que un pintor al borde del coma etílico exclama en el destartalado café de deshoras cuando ya despunta el alba: “Los franceses han visto más su entrepierna que la Torre Eiffel”, en referencia a una cabaretera de la que quizás esté perdidamente enamorado. El autor, decíamos, recrea aquella atmósfera, y el espectáculo exhibe de manera sensacional la atmósfera de la novela y de la ciudad.
Es el simbólico encuentro desde la invisibilidad de dos mujeres, Alice Humbert, deslumbrante modelo de éxito en los años 20, que murió un 6 de septiembre de 1972, y Teresa Espinosa, una madrileña nacida ese mismo día, que viaja a París y halla un nuevo rumbo en su vida en una extraña tienda, la misma en la que encontró la paz aquella modelo cuando los focos parecían haberse apagado para siempre. “En la vida, lo que a veces parece un final, es realmente un nuevo comienzo”, afirma un personaje. Siempre llueve amablemente sobre París.