Cada vez se escucha más hablar de la magia de la Navidad. pero la Navidad no tiene nada que ver con la magia que pretendía ver Herodes, es otra cosa.
El mundo se debatía entre odios y guerras por todas las partes, “en un tiempo donde la
miseria y el hambre se llevaban como hermanos” en el cantar de El Barrio. En medio de ese
desatino surgió una luz para hacer paz. “Vino a su casa y los suyos no la recibieron” (Jn 1, 11).
No obstante la luz dominó el mundo por un tiempo, por unos siglos. Donde la luz
alumbró se vio una claridad meridiana y los logros se hicieron notar en un bienestar notable.
Pero pasado el tiempo los hombres prefirieron las tinieblas a la luz. Y faltó la paz en el
mundo y hubo conflicto entre hombres y mujeres (que llamaron de género), entre los pobres y
los ricos (que llamaron de clases), entre empresarios y trabajadores (que llamaron conflictos
sindicales y llevó al cierre de empresas y al paro y a la crisis económica). Y los hombres
prefirieron seguir sus instintos y se hicieron egoístas (pero le llamaron autoconfianza) y
lujuriosos (y le llamaron diversión sexual) y ambiciosos (y le llamaron poder) y cotillas y
murmuradores (y le llamaron prensa) y perezosos (y le llamaron ocio).
Y así la luz que quería alumbrar se encontró con una gran sombrilla que le impedía dar
claridad. Se olvidó aquello que dice el gran Quevedo: “más verdad dice la fe que los ojos”.
Al bies de los acontecimientos sociales, económicos y políticos, Dios ha nacido también
este año, en el acmé de la crisis, para alivio tuyo y mío, esperanza de los indignados que se
dejan mejorar y no se obcecan en el infortunio de su indignación.
Dios nos bendice siempre a pesar de la crisis y de nuestros fallos. Dios bendice con la
vida, la salud, la riqueza, la alegría, pero a veces encontramos su contrapunto en épocas de
enfermedad, pobreza, disgustos. También hay silencios. Silencios de corchea o de blanca o de
redonda. Es la gran sinfonía de la vida.
Escucho hablar de la magia de la Navidad, de la ilusión de la Navidad. Esto es mezquino
en sentido etimológico. Dios no trae magia sino bendiciones. Está en ti tomarlas o
despreciarlas.