Con algunas producciones españolas del último año está ocurriendo un poco como con el debate sobre qué fue primero, si el huevo o la gallina. En este caso, ya no sabemos si primero fue alguna mediocre comedia de enredo o el anuncio de Casa Tarradellas, pero en cualquiera de ellos el resultado es igual de repelente. Le ocurre a esta nueva película de Santiago Segura durante su primera media hora, que parece una sucesión de tiernos entuertos subrayada siempre por un impersonal y aborrecible fondo musical. Es lo primero que llama la atención de esta previsible e inevitable secuela de
Padre no hay más que uno, que ni llega al nivel humorístico de la primera, ni es tan despreciable como algunos se han aventurado a retratar, como si en realidad se tratara de ajustar cuentas pendientes -¿tal vez con la cuenta de Twitter del prolífico Santiago Segura?- más que de abordar un producto pensado para triunfar en taquilla, como casi todo lo que hace su actor, guionista, productor y director.
El creador de
Torrente parece haber descubierto en el humor blanco la contrapartida a la deriva escatológica de su célebre y agotado personaje, después de su más que aceptable incursión en la comedia dramática con
Sin rodeos. Lo ha logrado con una fórmula que él mismo admite deudora de la creada hace casi 60 años por Fernando Palacios -
La gran familia-, aunque adoptando los usos de una
sit-com de Disney, que es el territorio hacia donde se precipita realmente en esta nueva entrega sobre su -acomodada- familia numerosa.
En este sentido, no hay margen para la sorpresa, ni tampoco para el riesgo -más allá del dinero que el propio Segura ha puesto para poder hacer la película, lo que dice más en su favor que todo lo que pretenden afearle con cierta sarna-, y el filme en su conjunto se empeña en explorar una serie de situaciones cómicas -su principal atractivo- que parecen extraídas de una acelerada sesión de
brainstorming, por su propia irregularidad, aunque eviten caer en cierto bochorno.
A Segura se le puede achacar que le puede más el afán por triunfar en taquilla que por hacer un mejor producto que el anterior, y aún así se reserva algunos detalles interesantes como narrador. Lo que nadie le podrá negar a fin de año es que si el cine español está bien es gracias al resultado en taquilla de sus películas.