"Si alguien se quiere levantar de la silla para bailar, que lo haga”, dice la directora de JaZZahara, Marina Fernández, al presentar a The DixieLab, el grupo que, como un Delorean trucado para viajar al pasado, hace marcha atrás en el tiempo para contar y cantar cómo era el jazz al nacer y cómo ha llegado a la actualidad.
Los cinco componentes del grupo sevillano se han subido este domingo al escenario del festival de Zahara de los Atunes, en una matiné gaditana que invitaba a estar a la sombra de los árboles del Palacio de las Pilas para viajar en el tiempo con la voz de Paula Padilla y la imprescindible compañía de Matías Comino, Daniel González, Nacho Botonero y Pablo Cabra.
Lo del nombre no es casualidad, porque The DixieLab surge como un laboratorio de música en directo con el objetivo de jugar, compartir, aprender y disfrutar con los clásicos del jazz más antiguo que surgió en Nueva Orleans a principios del siglo pasado: el dixieland.
Ya sea por la acústica natural del lugar elegido para el festival o por que un festival de jazz siempre es algo con un encanto fuera de lo explicable, la música ha ido transmitiéndose en forma de clase práctica, con Paula explicando al público los detalles de cada tema a interpretar, retrocediendo a 1910 si hacía falta para glosar al público en torno a lo que estaba viendo.
Y es que se trata de músicos con mucha experiencia en proyectos relacionados con el swing y el hot jazz de los años 20 y 30, miembros a su vez de bandas emblemáticas, como ‘O Sister!’, ‘Très Bien!’ o ‘Tamal Hot Band’, que no se quedan solo en cantar, sino que estudian al detalle todo lo que cuentan desde un escenario.
Y transmiten. Lo hacen con la naturalidad de quienes saben que lo que hacen gusta, o quizás gusta cómo lo hacen, además de que han actuado este domingo en un espacio abierto, donde las entradas no están numeradas, la gente se puede mover libremente por todo el patio, y se puede bailar sin molestar a nadie. JaZZahara es diferente también en eso.
Media hora de actuación y Paula Padilla se ha quitado las gafas de sol. Las nubes han cubierto Zahara de los Atunes para acompañar a un festival que, desde el viernes, ha regalado noches de relente gaditano con ganas, pero hoy la manga corta y hasta las chanclas han dominado el patio de butacas, lleno como en todas las sesiones anteriores.
Y ahí estaban The DixieLab, acariciando el jazz bajo las nubes, buscando, como dice la web oficial del festival, “un espacio de encuentro con ese viejo y maravilloso repertorio estrechamente relacionado con el baile, dándose mucha libertad para la improvisación, entregándose por completo a la espontaneidad y a la emoción y creando momentos únicos que solo la música en directo puede proporcionar, bajo la filosofía de que la vida es mucho mejor (y más divertida) gracias al swing”.
Como en todo lo relacionado con la música, lo mejor es disfrutar de los grupos en vivo, pero si se les quiere escuchar se pueden buscar discos como ‘Hear Me Talking To You, donde reivindican el blues más antiguo como piedra de toque y elemento fundamental del jazz.
Y como en todo lo relacionado con las grandes bandas, The DixieLab innova, investiga y muestra a algunas personas por primera vez una washboard, popularmente conocida como tabla de lavar, que Pablo Cabra maneja como si hubiese nacido con una entre las manos.
Ha sido el epílogo de un festival que en 2024 buscará de nuevo los días finales de octubre para asentarse en el calendario del jazz español, atrayendo de nuevo a cientos de personas a este pequeño pueblo de la costa de Cádiz, uno de esos sitios para buscar cuando el alma necesita reposo y donde el jazz es uno más de sus 1.200 vecinos durante tres días otoñales al año.