No es la primera vez que voces autorizadas en la protección y defensa de la infancia, los adolescentes y los jóvenes advierten de perversas normas de conducta extendidas entre las nuevas generaciones. Save The Children, la Fiscalía del Menor, el Defensor del Pueblo y del Menor y otros organismos o colectivos han alertado como la barra libre e incontrolada que tienen los chicos y chicas de este país para consumir porno les está conduciendo a reproducir en sus relaciones con otras personas roles violentos y de sometimiento a la mujer. Por tanto, no debe sorprendernos que el presidente del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA), Lorenzo del Río, mostrase su preocupación la pasada semana en la entrega al Parlamento andaluz de la memoria judicial anual en Andalucía por el aumento extraordinario de delitos de abusos sexuales entre menores.
El presidente del alto tribunal andaluz acertaba además en el diagnóstico cuando avisaba que no era un problema judicial, sino educativo en los colegios y en las familias, que debían limitar el consumo del porno en los más jóvenes y educarlos en igualdad y en sexualidad. Otro debate pendiente es cómo descargamos en la educación de las escuelas la responsabilidad de invertir esa alocada espiral juvenil si cualquier materia curricular en los planes de estudio sobre la sexualidad o la igualdad es denunciada sistemáticamente por algunos partidos políticos como adoctrinamiento o libertinaje sexual en las aulas.
Pendiente esa reflexión responsable por las autoridades educativas españolas y andaluzas, lo que las familias deben actuar en casa de inmediato es en neutralizar o controlar los canales a través de los que acceden al porno los más jóvenes. La pista la ha dado, sin que nos deba sorprender tampoco, un estudio de la Universidad de Málaga que detectó problemas de ansiedad e inseguridad en un centenar de chicos de entre 15 y 24 años a los que dejó sin teléfono móvil durante 5 días. Esos adolescentes y jóvenes usaban una media de 5 horas al día el teléfono móvil, muchas de ellas lógicamente para navegar por redes sociales y acceder al contenido ilimitado que ofrece Internet.
En fin, la Memoria judicial y este estudio universitario, que trascendieron con menos de 24 horas de diferencia, nos situaron nuevamente ante una realidad que nos obliga a actuar con determinación para salvar a la juventud en el objetivo inaplazable de que sea la primera generación que disfrute de una igualdad real en España.