A la iglesia no se le ataca; hay mucha devoción que respetar. Sencillamente se la define. No son necesarias invenciones. Es ella misma la que ha escrito su Historia.
Un vía crucis ciego a los ojos de los que creen las presunciones bíblicas pero soslayan la verdad pontificia.
Entre Pedro de Betsaida y Benedicto XVI no queda nada; solo hay oquedad. Vacío ecuménico; principios mancillados; doctrina mixtificada; fervor manoseado… Ni siquiera el Padre Nuestro instituido por el pescador es lo mismo. Los restos adulterados de la oración emblema del cristianismo, naufragan hoy a pedazos sobre los labios de los fieles… sicut in caelo et in terra.
Sabe uno de los riesgos que corre al expresarse contra las convicciones de los millones de católicos cum laude de España. Para eso ya ha sido anatematizado por fieles y clero en otras vigilias sin abstinencias. Más no por ello exilia su juicio. La libertad capturada por el dogma romano abandonó su cautiverio el mismo día que se liberó de la intimidación eclesiástica, cuando Estado y Religión dejaron de ser un casino de intereses a la muerte del dictador. Ya no hay diezmo que subyugue.
Los católicos comulgan y aceptan los preceptos de la Iglesia de Roma pero se ofenden cuando alguien oxigena sus miserias. Duele. Duele la hiel al mencionarse la iniquidad de su credo canónigo. Duele la bilis cuando se ventilan en la azotea de la independencia tantos abusos, traiciones y asesinatos. Duele cuando el forro oscuro de la sotana blanca impregna de repulsa la manipulación carnal del mensaje divino. Y duele cuando se habla del fraude ecuménico que supone la proclama catequística frente a la palabra tergiversada de Cristo. Se les raspa el alma.
No se pueden expresar las verdades sin que los mansos se sientan hostigados. Lo de la otra mejilla no va con ellos: eso solo lo hacía el hijo del hombre. Ellos montan en cólera cuando alguien reedita los fascículos de la transgresión eclesiástica. Cuando cualquiera refriega las paredes vaticanas con las excreciones que segrega la degradación de sus muros. Enigmas descifrados por cronistas y disidentes tan dignos de crédito como la quijada que mató a Abel, o tan sibilinos como la amancebada descendencia de Caín. Aunque los católicos de ejercicio se indignen ante la exhibición de la mugre pontificia y prefieran transigir con las candorosas ocurrencias de los redactores bíblicos.
Papa; vicario de Cristo en la tierra. Vicario; aquel que tiene los poderes y facultades de la persona a la que sustituye o representa. Vicario sustituto, vicario representante. Cualquier espejo se quebraría a la mínima contemplación de la osadía vaticana. ¡Si Cristo hablara! ¿Habla Cristo? No habla, calla. ¿Por qué calla? No sé. ¡No lo sé! Ya ocurrió antes y también calló. Calló porque debía cumplir lo que estaba escrito. También está escrita una segunda venida a la tierra, Pablo (tesalonicenses 1-4-16). ¿Se cumplirá la profecía? ¿Vendrá? ¿Y si viene? ¿Está la Iglesia preparada para la auditoría capital? ¿Están los papas-sustitutos-representantes- a salvo de la ira omnipotente? ¿Tendrán donde esconder la mezquindad de sus desmanes? Alianzas con opulentos, tratados con opresores, pactos fascistas, concordato nazi.
Sermón de la Montaña, Mateo (5, 3-10). Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Guerras, Cruzadas, Santo Oficio: martirio y muerte. ¿Quiénes fueron los perseguidos? ¿Los católicos? ¿Quién la justicia? La Iglesia. Los papas. El amor evangélico travestido con tiara y capa roja para coronar soberanos sanguinarios y calcinar en hogueras purificadoras la fe desfigurada a juicio de asesinos inquisidores santificados más tarde por la propia Santa Madre Iglesia. La pureza del Verbo pervertida en las siniestras mazmorras de los claustros cenobíticos.
Cristo no ha vuelto desde entonces. Si lo hace tendrá trabajo. Dos mil años de iglesia que inventariar y doscientos sesenta y cinco papas que confesar. ¿Habrá perdón? ¿Habrá tantos avemarías para tanta penitencia? ¿Habita tanta misericordia en la bondad del Supremo? ¿Cómo vendrá Jesús? Ya lo vemos. Papamóvil; intrépida desnudez. Alba blanca; jactancia de pureza. Zapatos rojos; sangre martirizada. Báculo enhiesto; ostentación de poder. Alfombras de alpaca andina, negrura de guardaespaldas y vergonzoso merchandising. Así ha venido su vicario-sustituto-representante. Pregonando flagelo para los “ateos que se creen dioses”. Así deberá venir Jesús suplantado. Esta vez sin burra ni cagajones. El aire olerá a esencia de sándalo, Pilatos, praefectus procurator, hincará su rodilla en tierra y los mercaderes-capitalistas-banqueros del Vaticano recordarán a Juan 2,13-22 “… no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre”. ¿Bastará esta vez con el azote…?