En apenas dos años se ha recuperado en la ciudad una ilusión que prácticamente se había dilapidado tras la desaparición en 2009.
A priori todos pensarán que se trata del título de la canción que a finales de los noventa y principios de este siglo se coló en todos los hogares españoles anunciando que llegaba la era digital y la emisión de todos los partidos por la tele, previo preceptivo rascamiento del bolsillo. Pero no es ahí adonde pretendo llegar precisamente, sino a la paulatina recuperación del amor por unos colores que he podido comprobar desde julio de 2009 y hasta junio de este año con la transformación del CD San Fernando al San Fernando CD. Recuerdo aquel verano de hace dos años cuando en una histórica asamblea en el hotel de Bahía Sur se echaba el cierre a una etapa gloriosa y a más de 60 años de historia, gracias a la gestión, por llamarlo de alguna manera, de un señor que llegó de La Rioja y de otro llegado desde Madrid que era capaz de vender un Citroen Palas con las ruedas pinchadas y aún te colaba que tenía GPS incorporado de última generación.
Caras largas y hasta muestras de dolor pude comprobar aquella noche de autos y la típica frase que corría por los pasillos y que, poco más o menos, venía decir “como desaparezca el San Fernando, conmigo que no cuenten, que no pienso pisar más un campo de fútbol”. Un poco a regañadientes salió a flote un nuevo proyecto, una refundación o como se le quiera poner al niño, un prototipo de nuevo equipo en el que se alteraba el orden de los factores, pero no el producto: San Fernando CD y a Primera Andaluza.
Los prolegómenos tampoco fueron muy alentadores, ya que de golpe y porrazo los apenas 600 que iban a Bahía Sur antes de la defunción del CD San Fernando se tenían que trasladar a Bazán, debido a las obras del estadio por la celebración del Iberoamericano. Las cosas no comenzaron demasiado bien, e incluso se tuvo que ir a la solución de emergencia de toda la vida con la llegada de Juan Antonio y la salida de Iriondo después de aquel fatídico 0-5 ante el Xerez B. Poco a poco, el vuelo se fue remontando y Bazán se había convertido poco más o menos que en una reunión familiar, eso sí, de más de 1.000 personas que explotó de júbilo que aquel histórico gol de Canito al Utrera. En sólo una temporada, equipo nuevo y a Tercera.
Y llegó el traslado a Bahía Sur, este vez casi con más a regañadientes que la desaparición del equipo, ya que para muchos la Bazán se había convertido en casi un templo de peregrinación cada vez que el San Fernando jugaba en casa. Que si se le metía presión a los contrarios, al árbitro por la cercanía, que si en Bahía Sur no se distinguía la cara a los jugadores. Sea como fuere, se produjo el traslado y allí se ha desarrollado una temporada en Tercera que, a pesar de los altibajos, hizo que el equipo se colase en la liguilla de ascenso y que durante un mes despertarse en la afición ese espíritu que se vivió primero en el Marqués de Varela y luego en los albores de Bahía Sur con el mítico gol de Lolo y el ascenso a Segunda B.
El éxtasis periodístico para mí fue comprobar como el último partido de dicha liguilla ante La Roda no daba crédito a ver como 7.000 personas se aferraban a la posibilidad de un milagro, de remontar un 3-0 de la ida, de creer todavía en el San Fernando. No pudo ser y el equipo seguirá un año más en Tercera, pero la imagen de la grada despidiendo a unos jugadores que les han hecho soñar y que han vuelto a despertar el león dormido que habitaba en la afición me hicieron trasladarme a épocas pasadas. A las del Marqués de Varela cuando iba con mi padre y era un espectáculo el ambientazo que se vivía y como rugía el estadio cada vez que se marcaba un gol. Decían que la onda expansiva llevaba casi hasta San Francisco.
Son situaciones por las que lo único que puedo decir es que me gusta el fútbol, me gusta este San Fernando y espero que siga así...