Vivir sumidos en el descontrol de la prisa no es un buen aliciente para una vida sana. En nuestro día a día, nos marcamos un sinfín de tareas que nos empeñamos en llevar a cabo, pero que, a veces, se hacen demasiado cuesta arriba, resultando, en determinados momentos, inabarcables.
Una sociedad que nos ha educado para vivir de forma frenética y llegar a todo ha conseguido que el estrés forme parte de nuestro subconsciente. Este te dice que sí puedes llegar, que eres lo suficientemente rápid@ y fuerte para lograrlo, hasta que, finalmente, tu consciencia te recuerda que necesitas parar, coger aliento y escuchar lo verdaderamente importante: tú.
Tu mente se nubla, tu cabeza te dice que te estaba avisando de que así no podías seguir, tu respiración se alarga y solo oyes un lejano “te lo dije” de tu subconsciente. El ritmo frenético que derivaba en estrés ha pasado a convertirse en ansiedad. Al principio, aparecía de forma irregular, pero sabías que, si no frenabas, acabaría convirtiéndose en una amig@ tóxica. Porque, aunque creas que vivir así es una forma de vida, sabes que no es bueno para tu organismo. El estrés te hace estar más irascible, con una tensión que no te aguantas ni tú, sudoración excesiva, dolores de cabeza, agitación, cambios de humor, dificultad para concentrarte, falta de deseo sexual y un sinfín de síntomas que pueden seguir apareciendo.
La forma más visual que hemos tenido en los últimos meses para entender un poco más la ansiedad ha sido la famosa película de Disney Intensamente 2. A mi sobrino le encanta Ansiedad porque dice que está muy loca y siempre va corriendo de un lugar a otro. Pero lo que él aún no sabe es que la prevalencia de los trastornos de ansiedad en la población general es del 12,6%, con una mayor proporción entre las mujeres (16,5%) que entre los hombres (8,7%).
Los datos relativos al tratamiento en atención primaria muestran que al 43,6% de las mujeres y al 33,3% de los hombres con trastorno de ansiedad se les prescribe, como mínimo, un envase anual de ansiolíticos y/o antidepresivos con efecto ansiolítico. Por eso, si vives con un ritmo frenético y en continuo estrés, escucha a tu cuerpo, que también te está hablando.
Si crees que, ahora mismo, “solo te puedes permitir” vivir en esta rueda de hámster de estrés constante porque debes hacerlo, aquí vamos a establecer algunas pautas para que intentes lidiar con esa ansiedad que, en determinadas ocasiones, te consume, pero que, estoy segura, eres más que capaz de autorregular:
1. Planifica lo esencial y evita aquello que sabes que no vas a poder abarcar. Puedes usar la técnica de la caja de Eisenhower. Es una herramienta de gestión de tareas que te ayuda a distinguir entre lo urgente y lo importante, para que puedas organizar tu flujo de trabajo de manera más eficiente.
2. Establece períodos de descanso. Planificar tiempos de inactividad es esencial para un buen funcionamiento mental. Esto permitirá que tu mente descanse y siga fluyendo de forma óptima. Puedes distribuir estos períodos como mejor te convenga: dar un paseo, mantener una conversación con un/a amig@, hacer una parada para leer o, simplemente, descansar.
3. Mantén una dieta saludable y un buen descanso. Esto es primordial para que tu cuerpo tenga la energía suficiente para afrontar el día de forma activa.
4. Aprende a decir “NO” sin sentirte culpable. No tienes que complacer a todo el mundo. Si la persona que recibe ese “no” se molesta, aprende a no sentirte culpable por priorizarte.
5. Haz algo que te motive y te haga feliz. Inicia o continúa una actividad que te ayude a liberar oxitocina, endorfinas, serotonina y, sobre todo, dopamina. Estas sustancias son las cuatro protagonistas de nuestro bienestar.
Que el agotamiento no te limite para ser feliz.