El pasado sábado finalizaba la edición
55 de la Fiesta de la Bulería de Jerez con un espectáculo dirigido y bailado por Antonio ‘El Pipa’, quien tuvo la responsabilidad de defender la esencia del barrio de Santiago, barrio al que se le dedicaba la noche. Él contó con una amplia representación de figuras del cante como las de su tía
Juana la del Pipa, Vicente Soto 'Sordera', Luis 'El Zambo' o Pelé de Navajita Plateá. El público llenó la Alameda Vieja, se agotó el papel.
No queda prácticamente nada de aquellas noches que recuerdan los nostálgicos de la
Plaza de Toros en las que las gradas se llenaban de chavalería, botellonas y cigarros de la risa mientras que el protagonista, en el escenario, intentaba que se le escuchara lo más nítidamente posible. Eran otros tiempos, otro espíritu. También se vivía con intensidad y se disfrutaba, dicho sea de paso, más que hoy.
Empero, puedo asegurar sin miedo a equivocarme una vez que ha pasado prácticamente el verano y haber tenido la oportunidad de asistir como aficionado o presentador a una treintena de festivales, que a partir de
la una de la madrugada todo empieza a decaer y que, solo una es parte del público, sigue necesitando más. El resto está distraído, con fresco en el cuerpo, con sueño o, directamente, no está.
Es por ello que vemos un acierto el formato actual en el que se reparten actividades durante varios días. Siempre podría matizarse, acercarse más al acierto, mejorar aspectos o cambiar espacios, pero es la estela que prevalece en los festivales clásicos reconvertidos en semanas culturales como por ejemplo la
Caracolá de Lebrija, el Encuentro Paco de Lucía de Algeciras (que recogía el testigo de la Fiesta de la Bulería algecireña de los ochenta), la Puebla de Cazalla, etc.
El lunes 15 comenzaba la Fiesta con el espectáculo
Jaleo de María José Franco, bailaora y coreógrafa que salió por la puerta grande de los sueños al volcar en sus niños y niñas, algunos jóvenes, el amor por el escenario y conseguir una ovación sorprendente al finalizar. Grandísimo trabajo. El miércoles, la escena pasaba de los Claustros de Santo Domingo hasta la Alameda Vieja, enorme y mágica. Los primeros en aparecer fueron los “ilustres”, como me gusta llamarlos, dentro del espectáculo
Toda una vida. El simple hecho de tenerlos en Jerez ya es un acontecimiento plausible. Romerito volvió tras no aparecer desde 2014, con 90 años y cargado de fuerza. Para fuerza la de Ángel Vargas, siempre brillante en su garganta, o María Vargas, con un empeño tremendo en dejar alto su palmarés a pesar de sus dificultades auditivas.
Nano de Jerez llegó con su familia para culminar una gran noche repleta de simbología y compromiso. ¿Y el público? Seguramente, quejándose en Facebook sobre algún aspecto trivial flamenco.
Uno de los grandes
triunfadores de la edición ha sido Fernando Jiménez, seguramente el que más. Presentaba el jueves su
Alfa & Compás con veinticuatro artistas más de Santiago y con unos códigos muy parecidos entre sí. La energía, la gitanería y la emoción en el escenario fueron claves para que el público se entregara como hacía tiempo no se veía. Felipa del Moreno, José Valencia, Maloko Soto... todos sumaron a la causa de la emoción.
Al día siguiente, noche dedicada a la internacionalización del flamenco de Jerez, con la
Gala Flamenco Festival Londres. Manuel Liñán consiguió darle consideración teatral al festival más popular de Jerez, y no por la dramaturgia de su obra, sino por la puesta en escena, limpieza de transiciones y movimientos, así como por la calidad de los bailaores que lo acompañaron como Gema Moneo y Miguel Ángel Heredia. Mención aparte merece Dolores Agujetas, totalmente implicada y a gusto con estos exquisitos bailaores.
Y por último, como se apuntaba al principio, la elegancia del Pipa, que llevó la musicalidad a la escena y su singular elegancia. Le costó más encajar las piezas por la dificultad que conlleva tener sobre las tablas a cantaores poco habituados al guion, se hubieran sentido más comodos cada uno en su momento, pero su baile con María del Mar Moreno levantó el vello.
Una edición marcada por la ausencia de
Luis Pérez, jefe de la Unidad de Flamenco de Jerez que se recupera de su convalecencia, y al que se le ha echado de menos a pesar de que el equipo de Fundarte ha estado, como de costumbre, muy a la altura. ¡Enhorabuena!